lunes, 23 de enero de 2017

LA SUMISIÓN QUÍMICA

Introducción
El término de “Sumisión química” (SQ de ahora en adelante) deriva del francés soumission chemique y puede definirse como la administración de sustancias psicoactivas a una persona, sin su conocimiento, con fines delictivos o criminales. No obstante, el concepto de SQ como tal se empleó por primera vez en 1982 para referirse a la administración de un producto a una persona sin su conocimiento con el fin de provocar una modificación de su grado de vigilancia, de su estado de consciencia y de su capacidad de juicio. Esta vulnerabilidad se provoca deliberadamente con el fin de causar a la víctima un perjuicio secundario (robo, firma de documentos, agresión sexual…). En la práctica, las víctimas están dormidas, o incluso despiertas, pero en cualquier caso, bajo el control del agresor. La mayoría de las víctimas son mujeres jóvenes a las que el agresor administra una sustancia a fin de disminuir su resistencia al acto sexual.

            La práctica de la SQ no es, sin embargo, un fenómeno nuevo, sino que ha sido una constante histórica en el desarrollo de las civilizaciones. Así, hacer consumir alcohol a una persona para limitar tanto sus defensas físicas como psíquicas o la administración de opiáceos, setas alucinógenas u otros productos vegetales sin el conocimiento de la víctima se han practicado en los ritos de iniciación de ciertas sectas religiosas o de ciertas tribus.

            También es importante introducir el concepto de DFSA (puesto que a veces se confunde con el de SQ), del inglés drug-facilitated sexual assault, y que viene a significar agresión sexual facilitada por drogas. Como hemos dicho antes, la SQ se utiliza para robos, firma de documentos… pero cobra especial importancia la agresión sexual, por ello que haya una clasificación especial para este tipo de actos. Hay tres tipos de circunstancias dentro del DFSA:
  • Ingestión involuntaria de sustancias incapacitantes, es decir, sin conocimiento de la víctima.
  • Ingestión voluntaria e involuntaria de sustancias incapacitantes: existe un consumo voluntario de alguna sustancia, como alcohol y/o drogas, pero a este consumo voluntario se suma el consumo involuntario de alguna sustancia añadida a la bebida o la comida por una tercera persona.
  • Consumo voluntario de sustancias incapacitantes, que el agresor aprovecha para su beneficio. A diferencia de los dos casos anteriores, no hay administración maliciosa de ninguna sustancia a la víctima.


Elementos implicados
  • La víctima: En los casos de agresión sexual la víctima suele ser una mujer joven, habitualmente menor de 30 años, aunque también se han descrito casos en mayores de 60. Igualmente hay casos descritos en varones, sobre todo cuando se trata de robos, y a veces se asocia esta práctica a la búsqueda de relaciones sexuales por parte del varón. Los niños también pueden ser víctimas de pederastas, o incluso ser «drogados» por sus propios familiares para que no “den el follón”. En este último caso la administración puede ser crónica y fácilmente detectable mediante el análisis del cabello.
  • El agresor: El agresor, en los casos de agresión sexual, suele ser un varón, que en un alto porcentaje de los casos (hasta en el 70%) es un conocido de la víctima, bien un amigo, una expareja, un vecino o un conocido reciente. Sólo en un número reducido de casos el agresor es un completo desconocido. En los casos de robo o agresión a niños puede ser un varón o una mujer, e incluso un familiar. También se han descrito casos de agresión sexual por parte de personal sanitario a pacientes, en algunas ocasiones durante el ingreso en el hospital, o bien en el curso de procedimientos terapéuticos o diagnósticos. Las profesiones sanitarias ofrecen condiciones idóneas para este tipo de abusos, ya que posibilitan el fácil acceso al contacto íntimo con la víctima y la amplia disponibilidad de sustancias psicoactivas; de ahí que se hayan comunicado casos de SQ relacionados con médicos, dentistas, auxiliares o enfermeros.
  • Modus operandi: los casos son muy diferentes entre sí, pero los relatos de las víctimas tienen ciertos puntos en común: la víctima está en una situación social o laboral aparentemente carente de peligro (una fiesta, un restaurante, un club, una cena de trabajo, en casa de un amigo) y consumiendo alguna bebida una bebida. En un corto período de tiempo sufre una pérdida de conciencia. Cuando despierta y es consciente de su situación, han pasado varias horas, no recuerda lo que ha ocurrido, puede estar en un lugar desconocido o diferente. Algunas víctimas pueden no estar seguras de si han sido o no agredidas sexualmente, mientras que en otros casos hay signos y síntomas evidentes de tal agresión.
  • La sustancia química: Las sustancias empleadas habitualmente reúnen una serie de características que las hacen adecuadas para el fin que persigue el agresor, tales como:
    • Son sustancias de acción rápida (para facilitar el control sobre la víctima e impedir que el cambio de las circunstancias pueda frustrar sus objetivos) y de corta duración (para no levantar sospechas).
    • Producen síntomas poco característicos, que pueden llevar a confundir el cuadro con una intoxicación etílica o algún trastorno orgánico que confunda al clínico y retrase el diagnóstico mientras la sustancia se elimina del organismo.
    • Habitualmente son fáciles de obtener, y entre ellas se encuentran el etanol, ciertos medicamentos y las sustancias ilegales de uso más frecuente. Por lo que se refiere a su obtención, internet constituye un medio atractivo que permite adquirir en el extranjero numerosas sustancias útiles con estos fines e incluso las técnicas necesarias para su preparación.
    • La administración a la víctima debe ser discreta, habitualmente por vía oral, y añadida a bebidas alcohólicas, que son el vehículo idóneo porque permiten enmascarar el sabor y el color, al tiempo que potencian los efectos.
    • Deben ser de difícil detección por la víctima, sin sabor, olor o color que delate su presencia. Por eso algunos productos farmacéuticos que se usaban para este fin han sido modificados en su galénica para que pueda detectarse.
    • Han de ser, además, activas a dosis bajas  para permitir también que pasen inadvertidas.
    • Finalmente, deben producir los efectos buscados por el agresor para tener a la víctima bajo su control. Entre ellos figura:
      •  Amnesia anterógrada
      • Sedación
      • Efectos alucinógenos
      • Desinhibición

Sustancias utilizadas

  • Alcohol etílico: Es la sustancia ideal, como ya se ha mencionado, para llevar a cabo este tipo de prácticas y está presente, solo o asociado a otras drogas, en la orina del 40-65% de las víctimas de agresión sexual en EE.UU, en el 46% de las víctimas de Londres y hasta en el 85% de los casos sospechosos de SQ. En el momento de solicitar asistencia sanitaria un alto porcentaje de víctimas de agresión sexual presenta valores elevados de alcoholemia, que en algunos estudios pueden ser de hasta 1,1 g/l de alcohol. Si tenemos en cuenta el retraso con que dicha demanda suele producirse en estos casos (de varias horas), según los cálculos de algunos autores, considerando que no hubo consumo de alcohol posterior a los hechos, la concentración de alcohol en sangre en el momento de la agresión podría haber alcanzado los 2,5 g/l. Esta concentración es lo bastante elevada para justificar todo el cuadro clínico que se asocia a estos casos (desinhibición, amnesia, etc.). La cuestión está en la importante discrepancia que suele haber entre la cantidad supuestamente consumida, según declaración de la víctima, y las concentraciones encontradas en sangre. Esta discrepancia tan elevada podría explicarse por dos circunstancias: o bien la víctima no es realmente consciente de la cantidad de alcohol que había consumido, o bien el agresor añadió más alcohol (sin conocimiento de aquélla) a su bebida. Sea cual sea la razón, las últimas estadísticas indican que la presencia de alcohol en sangre es un factor de riesgo, ya que está presente hasta en el 75% de los casos comprobados de SQ, ya sea solo o asociado a otro tipo de sustancia.
  • Benzodiacepinas: Son los fármacos sedantes más prescritos en las sociedades desarrolladas y, por tanto, fáciles de obtener. Entre sus efectos secundarios figura la tríada constituida por automatismo, desinhibición y amnesia anterógrada. Las que se usan para este fin son preferentemente las de cinética de difusión y de eliminación encefálica rápida como el triazolam, oxazepam y flunitrazepam. Sin embargo, también se han descrito casos de sumisión con lorazepam, bromazepam, clonazepam y alprazolam, entre otros. Son las sustancias más frecuentemente implicadas en casos de SQ en algunos estudios efectuados en Francia. En EE.UU. se ha prohibido el flunitrazepam (Rohypnol®). Estos fármacos son detectables en orina hasta 240 h después de la administración de una dosis única por vía oral.
  • Gammahidroxibutirato: (GHB). Es un metabolito natural del neurotransmisor ácido gammaaminobutírico y, por tanto, una sustancia endógena, que actúa como neurotransmisor en el cerebro y que se ha utilizado en terapéutica. Después de verse implicado en numerosos casos de SQ se ha denominado “la droga de la violación”. Tiene un efecto muy rápido y corto, y desaparece muy rápidamente de los medios biológicos, de modo que las concentraciones fisiológicas se alcanzan a las 6-8 h en sangre y a las 12 h en orina; de ahí la dificultad de detección. Su uso ha creado gran alarma social en EE.UU, pero su presencia sólo se ha demostrado en el 2-4% de los casos de SQ. La alarma generada ha sido tal que se han vendido más de 15 millones de ejemplares de un test rápido ideado para la detección in situ de GHB y ketamina en las bebidas sospechosas.
  • Otras sustancias implicadas: cannabinoides y cocaína ­las drogas de abuso detectadas con mayor frecuencia­, zolpidem (en un estudio llevado a cabo en 2004 fue, junto con el clonazepam, el fármaco más frecuentemente detectado en los casos de SQ en París), zopiclona, derivados de la metilendioximetanfetamina, hidrato de cloral, ketamina o fentanilo, LSD (dietilamida del ácido lisérgico), atropina y escopolamina, e incluso distintos disolventes orgánicos. En total se han descrito más de 30 sustancias implicadas.
Muestras biológicas para análisis toxicológico

Existe bastante consenso sobre el tipo de muestras biológicas que resultan útiles para el diagnóstico de los casos de SQ, pero los miembros de la Sociedad Francia de Toxicología Analítica han elaborado un protocolo con este fin, que es ampliamente aceptado. Según dicho protocolo, tres son las muestras que deben tomarse de modo sistemático:

1. Sangre: cuatro tubos de sangre total anticoagulada con ácido edético (para evitar la formación in vitro de GHB) y dos tubos con fluoruro. Debe enviarse en condiciones de refrigeración a un laboratorio especializado que informe del consumo reciente de la sustancia y además puede permitir establecer la correlación entre la concentración y el efecto clínico. Como principal desventaja de su uso para este tipo de casos figura la rápida eliminación de las sustancias de este medio biológico. Debido a las características ya comentadas, existe cierto retraso en solicitar ayuda médica, con lo cual es probable que la sustancia administrada haya desaparecido de la sangre.

2. Orina: dos tubos de 30 ml, como mínimo, que también deben enviarse en condiciones de refrigeración. Es una muestra, habitualmente abundante, que también informa del consumo reciente, pero ofrece ventanas de detección superiores a la sangre para las sustancias químicas, ya que pueden llegar a ser de varios días.

3. Cabello: Debe citarse a la víctima a las 3-5 semanas de la supuesta agresión para obtener dos mechones de pelo del grosor de un lápiz, de la nuca, cortados a ras del cuero cabelludo, y enviarse en un sobre de papel, indicando cuál es la punta y cuál la raíz. Al ser el cabello una matriz biológica que va incorporando a su composición las sustancias químicas presentes en la sangre a medida que crece, y considerando que la velocidad de crecimiento es de 1 cm al mes, mediante el análisis del segmento proximal obtenido a las 3-5 semanas se podría detectar la sustancia administrada y/o su metabolito. Sirve para distinguir la exposición única de la crónica y para poner en evidencia el tóxico que ya ha desaparecido de la sangre y orina. Sería útil disponer además de un mechón obtenido en el momento de la primera consulta para conocer el historial de consumo de la paciente y así diferenciar la nueva sustancia administrada. La principal desventaja de esta matriz biológica son las bajas concentraciones que se pueden esperar tras la exposición a una única dosis del compuesto administrado.

       La asociación de toxicólogos norteamericanos recomienda, además de las muestras anteriores, los parches de sudor, que deben llevarse durante 3-7 días después de la agresión. Se podrían enviar además la bebida o alimento sospechosos, o la sustancia, si los aporta el/la paciente.


Epidemiología de las drogas de la sumisión química

Diversos trabajos apuntan que es prácticamente imposible conocer el número real de casos que se producen, debido a las dificultades de las víctimas para recordar lo ocurrido o a las dificultades para detectar las sustancias, por su corta permanencia en el organismo. En Francia, en un estudio de un año de duración realizado en París (junio 2003-mayo 2004), se registraron 128 casos sospechosos de SQ, de ellos 23, es decir, el 18%, se confirmaron analíticamente: zolpidem y clonazepam fueron las sustancias identificadas con mayor frecuencia, seguidas de bromazepam, nordiazepam y midazolam.

En raras ocasiones se detectaron otras benzodiacepinas y análogos, y en casi el 50% de los casos pudo constatarse el consumo previo por parte de la víctima de narcóticos, drogas de abuso o fármacos.

Según recoge el estudio de un estudio de 2004 efectuado en Canadá entre 1993 y 2002 registraron 1.594 casos de agresión sexual, de los que 246 (15,4%) se catalogaron como casos de SQ; el 95,5% de éstos correspondió a mujeres y el grupo de 15-19 años fue el de mayor riesgo. Según los autores, las chicas jóvenes menores de 20 años son particularmente vulnerables a esta forma de agresión sexual, por lo que es necesario crear programas de prevención específicos dirigidos a este grupo de población. En dicho estudio se observó además un progresivo incremento de los casos diagnosticados a partir de 1999, atribuible a varias causas:

a) A la mayor información de las víctimas debido a la difusión creciente del tema en la prensa diaria.
b) A la mayor formación del personal sanitario, que antes diagnosticaba como agresión común los casos de SQ.
c) Posiblemente también a la mayor incidencia real por la mayor información de los asaltantes y el acceso a través de internet a drogas útiles para estos fines.

En Australia en los años 2003-2004, los casos de SQ supusieron el 17,5% de todos los casos de agresión sexual. El 95% de las víctimas fueron mujeres y el 77% admitió consumo voluntario de alcohol (el 71% de éstos había consumido hasta 4 unidades de bebidas estándar). Hasta el 46% de las víctimas reconoció el consumo voluntario de psicofármacos (benzodiacepinas o antidepresivos, entre otros) y hasta un 25% admitió consumo de drogas recreativas. Estos datos ponen de manifiesto, según los autores, la escasa frecuencia de casos de SQ por exposición involuntaria a una sustancia química y el riesgo asociado al consumo voluntario de alcohol, fármacos y drogas.

En Gran Bretaña, el número de incidentes por violación en citas denunciadas en una asociación nacional de carácter benéfico en el año 2003, pasó de 39 en 1990 a 935 en 2002; sólo uno de cada ocho casos fue denunciado a la policía.

Los estudios epidemiológicos de otros países indican que hasta un 17% de las agresiones sexuales podría catalogarse como casos de SQ por exposición involuntaria de la víctima a alguna sustancia psicoactiva. Un alto porcentaje de las víctimas admite el consumo voluntario previo de alguna sustancia.

 En España se han encontrado muy pocos datos, no porque no los haya, sino posiblemente porque se ha investigado muy poco, si bien es cierto que cada vez en mayor medida; uno de estos estudios ha sido realizado por el departamento del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Sevilla entre los años 2010 y 2012 en los que se sospechaba una posible SQ. Se realizó una investigación toxicológica encaminada a poner de manifiesto la presencia de alcohol etílico u otras sustancias psicoactivas determinando también la presencia de semen; como conclusión de los resultados obtenidos destacan que más de la mitad de los 73 casos estudiados presentaron resultados negativos, pudiendo considerar, a partir de la información sobre la víctima y los hechos y los resultados obtenidos, que únicamente tres de los sumarios se podrían catalogar como claros casos de SQ.
Un estudio similar, también con carácter descriptivo y retrospectivo ha sido realizado por el Instituto de medicina legal de Alicante en el cuatrienio 2009-2012, de las 179 agresiones sexuales valoradas, en 19 casos existe una altísima probabilidad de posible DFAS (10,6%). La casi totalidad eran mujeres (95%), con edades comprendidas entre los 14-37 años. En la mayoría el agresor es un conocido (47%) y una sola persona (74%). La mayoría de las víctimas (68%) reseñaba un consumo previo voluntario de alcohol, solo o con otras sustancias psicoactivas, siendo el cannabis y la cocaína las drogas de abuso encontradas con mayor frecuencia. Se han detectado sustancias psicoactivas que la víctima refería no haber consumido voluntariamente el 47% de los casos, de los cuales en el 21% se encontró más de una; las sustancias detectadas corresponden a cocaína 26,3%, cannabinoides 15,8%, benzodiacepinas 15,8%, alcohol 10,5% y anfetaminas 5,3%.

Si bien hay que tener constancia de que el tiempo transcurrido entre la agresión y la toma de muestras fue de 18-26 horas. Otro estudio descriptivo retrospectivo realizado a partir de los casos de agresiones sexuales relacionados con el consumo de sustancias químicas, remitidos durante los años 2010, 2011 y 2012 al Departamento del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid se detecta que de los 306 casos de agresión o abuso sexual remitidos, 107 (34,96%) han cumplido los criterios de inclusión como SQ. El perfil de la víctima es el de una mujer española o latinoamericana joven (edad media: 25,9 años), que admite consumo de alcohol previo al episodio, y que sufre de amnesia total o parcial de los hechos. El análisis toxicológico ha identificado: etanol (61,7%), fármacos (40,2%, esencialmente benzodiacepinas) y drogas ilícitas (27,1%, fundamentalmente cocaína), solas o en combinación.

En EE.UU., en un estudio en el que se registraron 1.179 casos se detectó una alta prevalencia de los casos positivos a alcohol, seguidos de cannabinoides, benzodiacepinas, anfetaminas y gammahidroxibutirato (GHB). En un alto porcentaje de casos la víctima había consumido voluntariamente alguna sustancia y el agresor, a menudo un conocido de aquélla, se había aprovechado de esa situación de debilidad.

En EE.UU, concretamente California, se ha convertido en el primer estado que requiere que los estudiantes que viven en los campus de las universidades locales obtengan un consentimiento claro antes de tener relaciones sexuales. La ley SB-967 conocida como “Sí quiere decir Sí” y firmada por el gobernador de California Jerry Brown, define el consentimiento de tener sexo como un acuerdo voluntario y no como la falta de resistencia. El texto legal establece que debe de tener lugar un "acuerdo afirmativo, consciente y voluntario" para tener relaciones sexuales y que éstas se pueden interrumpir en "cualquier momento". El consentimiento puede transmitirse mediante un "sí" verbal o indicarse en forma no verbal. Según la legislación, una persona que está ebria o drogada, sin conocimiento o dormida no puede haber acordado mantener relaciones. Además señala que el consentimiento puede transmitirse mediante un "sí" verbal o indicarse en forma no verbal, pero la falta de resistencia o de objeción no pueden tomarse como consentimiento. La ley exige que las universidades que reciben fondos o ayuda del estado adopten la nueva normativa e informen a sus estudiantes sobre la diferencia entre relaciones consentidas y el asalto sexual.

También señala que “el silencio o ausencia de resistencia no constituye consentimiento y especifica que un acusado no puede alegar que había asumido que la víctima había dado su consentimiento cuando esta estaba ebria, drogada, inconsciente o dormida”.

En algunos países, por ejemplo Nueva Zelanda, también se considera violación con drogas cuando alguien las suministra a sabiendas y se aprovecha de su estado de semiinconsciencia para cometer acto.

Sin embargo, a pesar de que casi toda la atención se ha centrado en el consumo de drogas ilegales en muchos países, lo cierto es que la sustancia más detectada, con diferencia, en esos casos de violación con drogas es el alcohol.

Conclusión
La sumisión química es una práctica que se lleva a cabo con mucha frecuencia a lo largo de todo el mundo. Además, hemos de decir que el conocimiento de estas prácticas era poco conocido por la sociedad, por lo que el agresor, en cierta manera, tenía libertad y facilidad para cometer estos actos. No obstante, recientemente, ya se han hecho campañas de información, formación y prevención, que junto a los medios de comunicación, están enseñando a las personas a tomar medidas para evitar que sean víctimas de esta sumisión química mediante procedimientos y pautas de actuación entre las que cabe señalar:
  • Estar acompañado en discotecas y fiestas: tu compañero podrá servir de testigo posteriormente para afirmar si los posibles efectos que tuviste estuvieron desproporcionado con lo que tomaste en dichas discotecas o fiestas. Además, y lo más importante, es que en caso de que te droguen tu compañero podrá protegerte para que no seas agredido mientras duren los efectos de la sustancia.
  • Cuando se pide algo en alguna discoteca o fiesta para beber exigir que se os abra delante: aseguramos que la bebida está limpia y no se le ha añadido nada.
  • En discotecas y fiestas nunca dejar la bebida en la barra o cualquier otro lugar que no sea tu mano o la de tus compañeros. Los agresores aprovechan que la bebida está en la barra para, mientras la víctima está distraída hablando por ejemplo, echar el estupefaciente en la bebida.
  • Puede ser que la sustancia no se disuelva bien en la bebida. Si al terminar dicha bebida se observan polvillos o granos (parecidos por ejemplo a los polvos del Frenadol Complex® que quedan siempre en el vaso porque no se disuelven) avisar a tus compañeros y buscar asistencia médica para paliar los efectos. La probabilidad de que sea una sustancia que produzca sumisión química es alta.


Recientes estudios ya han demostrado algún descenso de las víctimas de estos casos en algunos países o zonas de los mismos y se le atribuye a estas campañas de prevención.

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