PONIÉNDONOS EN SITUACIÓN
Durante los
últimos días hemos asistido al surgimiento de un nuevo fenómeno global que
sorprende por su simpleza y sus características. El gigante de los videojuegos
Nintendo ha desarrollado un nuevo juego para teléfonos móviles basado en su
histórica marca: Pokemon. Esta saga surgió hace años y fue capaz de enganchar a
muchos jóvenes a las pantallas de las antiguas videoconsolas como la GameBoy.
El juego consiste en manejar a una persona que se dedica a entrenar pokemon,
una especie de animales virtuales que poseen determinadas características. La
finalidad es derrotar a otros entrenadores e ir “conquistando” gimnasios.

Todo ello da
la sensación de un simple juego más, un mero pasamiento sin peligro. Nada más
lejos de la realidad. A los pocos días de uso ya se han registrado innumerables
incidencias relacionadas directamente con el juego virtual. Y es que, las
personas que lo usan a menudo pierden la noción de realidad y se alienan a la
pantalla como si de una videoconsola se tratase, olvidando que se encuentran en
el mundo real, donde hay peligros vitales más importantes que conseguir cazar
un pokemon.
El juego, al
que se le ha denominado PokemonGo, plantea una serie de controversias. Los
pokemon susceptibles de ser cazados aparecen en cualquier lugar, sin distinción
entre lugares públicos y privados. Por lo tanto, a muchas personas se les puede
ocurrir entrar en una propiedad privada para conseguir su ansiado pokemon, un
primer traspaso de la línea roja que separa la legalidad de la ilegalidad. Eso
que parece una tontería supone un atentado contra el derecho fundamental de la
inviolabilidad del domicilio, recogido en el artículo 18.2 de nuestra
Constitución.

Por otro lado,
no solo se encuentran problemas reales con el juego, sino también dilemas
éticos. Por ejemplo, la entrada en una iglesia, un santuario, para aumentar el
número de pokemon en nuestras “pokeballs”. El problema no sería legal, puesto
que cualquier persona puede acceder a una iglesia o catedral, pero sí puede
plantearse desde una perspectiva ética, ya que puede ser moralmente inadecuado.
De hecho, ya se han reportado problemas de este tipo, como la queja del Museo
del Holocausto al hallarse pokemon en sus instalaciones.
¿Y QUÉ TIENE
QUE VER LA CRIMINOLOGÍA?
Bien, puesto que muchas personas
no saben hacer un buen uso de dicho juego, no saben dónde poner los límites en
el tiempo o el espacio, no saben diferenciar lo real de lo virtual ni ser
capaces de atender a peligros reales mientras se atiende a cosas banalmente
virtuales, observamos que este fenómeno está dando lugar a nuevas oportunidades
para cometer delitos así como el incremento de los mismos, y como es lógico, esto
nos concierne a nosotros.

- Accidentes de tráfico
- Precipitaciones al vacío
- Vulneración de la propiedad privada
- Accidentes varios posiblemente evitables si se hubiera puesto atención
- Etc
Además, en
ocasiones este juego tiene la capacidad de reunir a una multitud de gente por
la aparición de un pokemon legendario (un pokemon especial, vamos) en un lugar
determinado. Los conglomerados de personas son propicios para la comisión de
ciertos delitos debido a que aumentan determinados factores para cometerlos así
como una disminución de la vigilancia y el control que normalmente disuaden de
llevarlos a cabo.
NUESTRA
CONCLUSIÓN
Al igual que muchas otras cosas
de la vida, como las armas por ejemplo, todo puede funcionar en nuestro
beneficio o en nuestro perjuicio dependiendo del uso que le demos a dichas
cosas. Por favor, vamos a actuar como seres inteligentes que somos (aunque
estas cosas la verdad es que prueban lo contrario) y vamos a poner atención a
lo que hacemos para que así no dejemos que una realidad virtual acabe con
nuestra vida real, que a diferencia de la virtual, solo hay una.
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